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El gran Elenfante

Nuestro elefante nació un día de verano soleado en las llanuras del corazón de África. Creció fuerte y más pequeño que el resto de su familia, a pesar de su estatura, su ingenio e inteligencia lo hacían vivaz y generoso con su manada. Un día empezó a preguntar a los mayores sobre el origen de los colores y su brillo. Si habían otros colores que ellos no conocían, cuanto habían en total. Los mayores de la manada no sabían que contestar a las avispadas preguntas del pequeño elefante y empezaron a decirle que eso no tenía importancia que eran cosas que los elefantes no debían de saber. Descorazonado se fue con su madre a buscar cobijo, ella con amor enjuagó sus lágrimas y lo alentó que descubriera por si mismo las preguntas que tenía, si bien podía preguntarlas también tenía él las respuestas. Contento y feliz el pequeño elefante decidió emprender el viaje para hallar los colores que su corazón anhelaba. Al alba, cuando el sol despuntaba se despidió de su madre y sus amigos. Empezó buscan...

El principe descalzo

En un país lejano, en un tiempo remoto nació un príncipe mongol, el más esperado de todos los tiempos ya que su nacimiento vaticinó grandes propósitos para aquel bebé. El niño creció feliz y sano, alegre y juguetón, inteligente y tenaz, tenía todas las cualidades que se podían esperar de un príncipe, sólo había un hábito que a la familia le inquietaba. En cuanto al niño se le ponía un zapato empezaba a llorar sin consuelo alguno, probaron de todos los tipos, telas y pieles, y ninguno daba resultado. El príncipe lloraba sin remedio y en cuanto podía ,cogía el zapato y se lo quitaba de su piececito. Los consejeros y la familia acabaron muy preocupados, ya que con el tiempo el problema se agravó. El pequeño príncipe cuando veía un zapato en alguien se ponía a llorar y no podía remediarlo. Fueron a verlo los más grandes brujos y sanadores, sacerdotisas y médicos de los tiempos y ninguno pudo darle remedio su mal. Así fue como ante tal dificultad, decretaron una ley para todo el reino en el...

El palacio de cristal

En la ciudad del mar nació un día la sirena más bella que jamás había existido. Era tal su belleza que todos los seres marinos hablaban de ella con gran admiración. La pequeña sirena creció adulada por sus atributos y no se cansaba de exhibirse. Le encantaba ver la cara de los que la admiraban y se sentía atraída por las miradas de deseo que suscitaba. Era tal su afán por estar más bella que una noche de luna llena salió del mar y encaramándose a una roca le suplicó a la luna ser aún más bella, tanto o más que la propia Luna, para que todos los seres, no solo los marinos sino todos, pudieran admirar su singular belleza. Tal fue su énfasis en el deseo y su inquietud en el corazón que en ese mismo instante bajo un Ángel de la Luna y le preguntó: -Pequeña sirena he oído tu rezo, ¿es cierto qué quieres convertirte en el Ser más bello de la Tierra? -¡Oh, sí Ángel -respondió la sirena- así es, soy muy bella pero quiero que mi belleza pueda ser admirada por todos. -¡Así será entonces! En ...

Eanul y su amigo Calcedonio

En un remoto paraje, en un apartado valle de las colinas más escondidas de Barcelona vive un pequeño gnomo llamado Calcedonio. Su nombre se lo puso su abuela, ya que decía que poseía el don sereno de calmar las emociones. Su cara redondita y jovial, difiere de los de su familia, ya que tiene unos ojos azules y claros como el mar, unos mechones rubios dorados como el sol, unos grandes dientes blancos coma la nieve y una sonrisa picaresca. Calcedonio se encarga de cuidar los bosques circundantes de la pequeña ciudad costera y a pesar de que es un gnomo, le encanta también visitar la playa. Como es un ser muy tímido y un tanto refunfuñón prefiere ir al mar cuando los habitantes de la ciudad duermen, dejando así, la playa solitaria. Es amigo de pescadores y magas que frecuentan el mar de noche, son seres nocturnos que prefieren la luz de la Luna para realizar sus tareas. Una noche de verano, mientras paseaba por la orilla del mar, vio como del cielo cayó una luz plateada. Corrió hacia allí...

La Sala de Espera

Tenía la impresión surrealista que todo el entorno tenía relación conmigo. Era un efecto paranoico que me llevaba a pensar una y otra vez que todo lo que me ocurría tenía una razón de ser y no era nada casual. Mi cabeza daba vueltas sin retorno, en un bucle de ansiedad. Me encontraba en una sala de espera de un hospital de la ciudad. Por suerte, puedo decir, que mi motivo de la visita al hospital no era mi estado de salud ni él de mi familia, sino que era por razones profesionales. ¡Muy a pesar mío!. Mientras mi cabeza divagaba entre asiento y asiento y mi razonamiento daba por perdido el sentido de mi visita al hospital, me encontré por casualidad a Germán. Germán es de la clase de personas, qué estés donde estés y te encuentres cómo te encuentres, siempre resulta muy agradable hablar con él, olvidas por unos instantes tus quehaceres diarios y te sumerge en su presencia alegre y jovial. -¡Germán! – le llamo sin esconder mi entusiasmo- que alegría verte. Me dirijo a él con los brazos a...