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Mostrando entradas de enero, 2012

Sobre tu tumba

-Llevo un peinado horrible, me queda fatal el color rubio en mi cara. Irene se arregla el pelo intentando acomodar todos los mechones que le caen en su rostro. -Chata, tú siempre estás bella…- su marido le contesta -¡Que no! Te digo yo que hoy me he levantado fatal. Y estas gafas no me favorecen. Se las quita de un tirón y las lanza al suelo. -Me encanta como arrugas la nariz cuando te enfadas.- intenta persuadir a su amada. -¡Míralo, siempre tan complaciente!- se exaspera Irene- ¿encima te gusta verme enfadada? -No, no es eso, chata, yo te quiero como estás. -Claro, claro, pero nunca me haces caso en nada y yo me siento tan sola- solloza amargamente brotando de sus ojos lágrimas sinceras de desamparo. -¡No llores Irene, tranquilízate! -No se que voy hacer. Estoy desesperada. Sus ojos son como ríos desbordados de emoción, Irene está rota de dolor. -Venga mujer, levanta la cabeza y adelante. -Que no, Paco, que no puedo más. Además tu madre me trae loca, cada

La canción del Ángel

Hubo un tiempo, lejano en nuestra memoria en el que vivían en un bosque profundo una abuela con su nieta.  Las dos trabajaban juntas y las dos se cuidaban. Un día de otoño, la abuelita cayó enferma. En su cabaña al lado del fuego, a media voz iba enseñando a su nieta. -¡Toma hija, coge la lechera y  no la derrames, ves con cuidado! – le avisaba la abuela. La niña con largas trenzas doradas se esforzaba por hacer todas las tareas, con alegría y afán. -Si abuelita, iré con cuidado- resoplaba al coger la lechera- ufff pesa mucho esta lechera.      La abuela se había adormecido con el calor del fuego, sentada en su balancín mantenía sus manos cruzados. La niña miró a su alrededor, la cabaña le parecía enorme y sus paredes altísimas. Para mirar por la ventana debía subirse a una silla y para cocinar tenía que hacerlo encima de alguna madera para alcanzar sin dificultad. -Hijita, -se despertó la abuela- pon la leche a calentar al fuego y beberemos un poco. Cógete mi chal lila