Me dirigí al Capo Testa en Cerdeña, en busca de las ruinas de una cantera romana. En el camino me perdí, no hallé las ruinas , pero en su lugar me encontré sumergida en un paisaje lunar, de ensueño, donde un faro se mostraba erguido guiando a los barcos por el estrecho de Bonifacio. La imagen se me quedó grabada en la retina, a mi alrededor las piedras graníticas formaban un inquietante paraje donde la erosión del aire y el mar durante 300 millones de años, habían esculpido esculturas naturales únicas en todo el mundo. Parecía un mar caprichoso de piedras, con formas redondeadas y blancas, sin ninguna pauta ni regla, sólo la tierra había dejado pasar a través suyo al oleaje furioso y al fuerte viento. Una danza preciosa, en un tiempo detenida, a la mirada del ser humano, que vive rápido y que muere pronto. Un baile donde los elementos más duros habían cedido en formas más dulces, lo blando había transformado lo rígido y lo húmedo había perfeccionado los detalles a unos lím
Relatos para soñar, para soñar despiertos y despertar soñando