Érase una vez, en un lugar muy lejano, vivió una reina en un precioso lugar. Era Reina heredera del amor de sus antepasados y de sus ancestros. Reina fue nombrada, princesa se sentía pues curiosa iba descubriendo, generosa se mostraba. Esta bondadosa Reina se llamaba Sonrisa y se enorgullecía de los tesoros humanos que le rodeaban, tanta belleza, honestidad, vitalidad, respeto… se sentía embriagada del fantástico lugar donde vivía. Traviesa era la Reina en el sentir y justificando su ir cumpliendo años, se atrevía de vez en cuando a saltar el muro que rodeaba su palacio y las tierras reales. Daba un brinquito y veía algo fuera del muro… pero ¿qué era?, ¿qué es esto? se preguntaba. Un día su curiosidad pudo más que su prudencia y de un salto decidió saltar más alto y sentarse en el muro. Con sus caderas en lo alto de la muralla visualizó horizontes próximos y lejanos. Se corazón de estremeció, sus lágrimas brotaron sin consuelo. ¡Cuanta injusti
Relatos para soñar, para soñar despiertos y despertar soñando