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Mostrando entradas de septiembre, 2010

Eanul y su amigo Calcedonio

En un remoto paraje, en un apartado valle de las colinas más escondidas de Barcelona vive un pequeño gnomo llamado Calcedonio. Su nombre se lo puso su abuela, ya que decía que poseía el don sereno de calmar las emociones. Su cara redondita y jovial, difiere de los de su familia, ya que tiene unos ojos azules y claros como el mar, unos mechones rubios dorados como el sol, unos grandes dientes blancos coma la nieve y una sonrisa picaresca. Calcedonio se encarga de cuidar los bosques circundantes de la pequeña ciudad costera y a pesar de que es un gnomo, le encanta también visitar la playa. Como es un ser muy tímido y un tanto refunfuñón prefiere ir al mar cuando los habitantes de la ciudad duermen, dejando así, la playa solitaria. Es amigo de pescadores y magas que frecuentan el mar de noche, son seres nocturnos que prefieren la luz de la Luna para realizar sus tareas. Una noche de verano, mientras paseaba por la orilla del mar, vio como del cielo cayó una luz plateada. Corrió hacia allí

La Sala de Espera

Tenía la impresión surrealista que todo el entorno tenía relación conmigo. Era un efecto paranoico que me llevaba a pensar una y otra vez que todo lo que me ocurría tenía una razón de ser y no era nada casual. Mi cabeza daba vueltas sin retorno, en un bucle de ansiedad. Me encontraba en una sala de espera de un hospital de la ciudad. Por suerte, puedo decir, que mi motivo de la visita al hospital no era mi estado de salud ni él de mi familia, sino que era por razones profesionales. ¡Muy a pesar mío!. Mientras mi cabeza divagaba entre asiento y asiento y mi razonamiento daba por perdido el sentido de mi visita al hospital, me encontré por casualidad a Germán. Germán es de la clase de personas, qué estés donde estés y te encuentres cómo te encuentres, siempre resulta muy agradable hablar con él, olvidas por unos instantes tus quehaceres diarios y te sumerge en su presencia alegre y jovial. -¡Germán! – le llamo sin esconder mi entusiasmo- que alegría verte. Me dirijo a él con los brazos a