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Eanul y su amigo Calcedonio

En un remoto paraje, en un apartado valle de las colinas más escondidas de Barcelona vive un pequeño gnomo llamado Calcedonio. Su nombre se lo puso su abuela, ya que decía que poseía el don sereno de calmar las emociones. Su cara redondita y jovial, difiere de los de su familia, ya que tiene unos ojos azules y claros como el mar, unos mechones rubios dorados como el sol, unos grandes dientes blancos coma la nieve y una sonrisa picaresca.
Calcedonio se encarga de cuidar los bosques circundantes de la pequeña ciudad costera y a pesar de que es un gnomo, le encanta también visitar la playa. Como es un ser muy tímido y un tanto refunfuñón prefiere ir al mar cuando los habitantes de la ciudad duermen, dejando así, la playa solitaria.
Es amigo de pescadores y magas que frecuentan el mar de noche, son seres nocturnos que prefieren la luz de la Luna para realizar sus tareas.
Una noche de verano, mientras paseaba por la orilla del mar, vio como del cielo cayó una luz plateada. Corrió hacia allí, pensando que era un trozo de estrella y lo que halló, le cambió su tranquila existencia.
Un hada plateada, con cabellos blancos de marfil estaba tendida en la orilla. Se acercó cauteloso y sintió que aún respiraba. Miró a un lado y otro, para cerciorarse de que nadie la hubiera visto, la envolvió en su túnica azul y la cargó en su robusta espalda.
Subió rápido a su morada y una vez allí, la dejó posar en su lecho humilde. Se la miró toda la noche, tenía el rostro más bello que jamás había visto. Las hadas de la región no se parecían en nada a ella. Así estuvo largo rato, contemplando al hada plateada. Por la mañana inició su trabajo, la hada seguía dormida. Por la noche, lo primero que hizo fue ir a ver al hada y ésta continuaba en su cama.
¡Qué bella! ¡Qué hermosa que es!- pensó el pequeño Calcedonio. ¿De dónde habrá caído? ¿Estará enferma o sólo necesita descansar?
No sabía qué hacer, no sabía a quién acudir, sólo quería cuidar del hada. La incorporó un poco y mojó sus labios de miel, en su mejor sopa de repollo. El hada parecía reaccionar y empezó a beber la sopa del gnomo. Calcedonio se sentía feliz, su hada había bebido su sopa. Orgulloso, durmió esa noche a los pies de su amada.
Por la mañana se levantó contento y preparó un buen tazón de leche, uno para él y otro para su hada. Ella se lo tomó casi de un sorbo.
-¡Vaya! – Exclamó el gnomo- mi hada tiene apetito. Y se rió satisfecho a carcajadas.
Sentía en su pecho una emoción que antes no había experimentado y estaba feliz de poder cuidar al hada.
Por la noche cuando volvió y entró en su alcoba, la tristeza le inundó el alma, el hada no estaba en la casa. Miró en los cielos, miró en el camino y no halló huella alguna. Cabizbajo fue a su preciado mar para serenar su mente. Y allí, donde la había encontrado, se hallaba el hada mirando fijamente a la Luna que irradiaba en su mejor esplendor.
Una lágrima del hada cayó en la arena y él se acercó cauteloso.
-¿Qué te ocurre pequeña hada?- le preguntó tímidamente.
-Estoy triste- contestó en un suspiro- hace unos días caí de la Luna por un camino que no debo mencionar. Recuerdo que me encontré aquí delante del mar y me desmayé. Esta mañana me he despertado en casa de un gnomo, creo averiguar y he venido otra vez hasta aquí, donde caí, para ver si puedo volver a subir.
Calcedonio enrojeció de timidez y entonces el hada supo que era él el que había estado cuidando de ella.
-Gracias por cuidar de mí- le agradeció el hada- ¿cómo te llamas?
-Soy Calcedonio, ¿y tú? ¿Cuál es tu nombre?- tartamudeó el gnomo.
-Me llaman Eanul- contestó el hada.
-Que nombre más bonito- le confesó Calcedonio- Si quieres Eanul, te ayudaré a volver a subir a la Luna.
Eanul emocionada por las palabras de su amigo Calcedonio le abrazó con ternura y batió sus alas traslúcidas con energía, elevándose de la arena dejando tras de sí una estela de luz plateada.
Así es como Calcedonio y Eanul se embarcaron en el viaje intrépido de llegar a la Luna. Mientras estudian los caminos que hay que recorrer y trazan el recorrido a seguir, viven en la morada del gnomo. Ella cuida de su jardín nocturno haciendo florecer las plantas más bellas que jamás nadie había visto. Dicen que allí donde se cruzan las tres cruces, dónde la luz de la luna cubre su manto, allí es donde viven Eanul y Calcedonio, él con el don de serenar las emociones y ella da vida a los sueños sinceros de los que viven en Barcelona.
A veces se les puede ver pasear por la playa, mirando a su Luna. No son fáciles de ver ya que son seres tímidos que sólo se le puede mirar con los ojos del corazón.


Tamar

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