Durante miles de años, en la Tierra reinaron los grandes dragones. Sustentaban la vida y creaban el equilibrio entre la tierra y el cielo, en ellos convergía la sabiduría de eones de antigüedad.
Fueron grandes reinos y grandes sus hazañas, lucharon y vivieron para mantener la Luz y la Paz en gran parte de la galaxia.
Esta historia es de los últimos dragones que vivieron en la Tierra, los últimos que eligieron cruzar el umbral del más allá para seguir trabajando y luchando para la Paz.
Esta historia es un homenaje a todos los dragones que dan su vida por todos nosotros.
"En un lugar remoto en
un tiempo lejano, vivió y creció un
pequeño dragón plateado. Su padre un poderoso Rey lo crió en la sabiduría y el valor de un
líder. Algún día el pequeño dragón plateado sería Rey y de él dependerían muchos seres que
confiarían en su buen parecer.
Una tarde calurosa de verano, sentados en el portal del
palacio, su madre le explicó una
historia que jamás olvidaría:
“Hijo, se cuenta que allá donde se acaba EL CIELO, allá
donde empiezan las estrellas, vive un viejo dragón, sabio y querido por todos,
su nombre es Ezquiel y su deber es mantener el ritmo de los planetas y de
nuestro sol para que reine la armonía y equilibrio necesario para todos. Es un gran dragón al que todos le debemos respeto y
confianza. Si te diriges a él y le confías
tus dudas cuando no encuentres las respuestas a tus preguntas y quieres saber
cómo funciona nuestro universo, sólo él te podrá ayudar.”
El pequeño dragón plateado se quedó maravillado y cada día
miraba al infinito tratando de distinguir las alas de Ezquiel. En cuanto podía
subía a las montañas más altas y oteaba el horizonte bramando su nombre al
viento, sus alas aún eran jóvenes para aguantar su peso y todavía no era capaz
de volar. Poco a poco, sus visitas a las montañas se fueron espaciando y un día
dejó de de llamarlo.
Al cabo del tiempo, tras las enseñanzas de su padre y los
mimos de su madre el pequeño dragón se convirtió en un Gran Dragón Plateado.
Toda la región estaba entusiasmada de tener al Gran Dragón
Plateado fuerte y joven para que continuara la labor de su padre. Empezó a
trabajar con tenacidad y empeño y su Reinado fue pacífico y abundante.
Un día, tras el final del invierno sobrevino la desgracia,
del cielo empezaron a caer trozos de estrellas incandescentes, la tierra se
volvió un caos y los seres asustados no sabían a quién recorrer. El Gran Dragón
Plateado, con sabiduría y experiencia en sus espaldas, miró al cielo asustado
y se acordó de la historia que su madre le contó del Dragón Ezquiel, sin
dudarlo emprendió el vuelo en busca de respuestas a lo que ocurría en la Tierra
y encontrar una solución para todos los
seres.
Voló durante días sin descanso y llegó al sol. Preguntó ahí
sobre Ezquiel y no supieron darle respuesta. Los dragones solares andaban muy
ocupados en sus trabajos y no le prestaron mucha atención. Cuando iba a
marcharse un Dragón muy anciano le hizo una señal.
El Gran Dragón Plateado se acercó con respeto y en un
susurro escuchó del anciano:
-¡Yo soy aquel que buscas!, ¿qué quieres de mi?
Le explicó la historia que su madre le contó y le
pidió su ayuda.
-¿Qué puedo hacer, Gran Dragón Ezquiel?
Ezquiel se puso en alza y aulló contento, con sus grandes
alas lo abrazó y entre lágrimas de felicidad le explicó:
-Hace mucho tiempo que espero tu llegada Dragón
Plateado, ven sígueme y te explicaré los secretos de nuestro universo.
Volaron al centro de la galaxia, visitaron miles de planetas
y soles, exploraron los rincones más alejados y los agujeros negros más
profundos, conoció a seres de luz y todos aquellos que hacían posible la vida,
anduvo cielos y voló infiernos. Al fin en un
recóndito asteroide llamado Galatea
descansaron.
Ezquiel le
explicó:
-Gran Dragón Plateado te dejo al mando de todo, estás preparado
para llevar a cabo el trabajo, conoces quién te ayudara y a quién puedes
recurrir, depende de ti que quieras hacerlo.
El Gran Dragón Plateado volvió su mirada hacia la Tierra y
pensó es su gran familia, los añoraba en lo profundo de su corazón. Miró a su
alrededor y vio como miles de asteroides amenazaban con su hogar.
-Lo haré,- dijo el Gran Dragón Plateado-, este es mi camino
y daré lo mejor de mí.
En aquel momento Ezquiel se desvaneció ante sus ojos en miles de luces blancas dispersándose por todo la galaxia y comprendió en aquel momento la responsabilidad de su trabajo.
En aquel momento Ezquiel se desvaneció ante sus ojos en miles de luces blancas dispersándose por todo la galaxia y comprendió en aquel momento la responsabilidad de su trabajo.
Voló hacia la Tierra y explicó a su familia lo vivido, narró
la historia a sus nietos y grabaron en la roca las direcciones sagradas para
que nunca se olvidaran de su origen y de los secretos del universo. Repartió
tareas a los dragones que habían sobrevivido, unos se dirigieron a las montañas,
otros se hicieron cargo de los valles, otros de los ríos, los mares, las
lagunas,… así repartieron entre todos el trabajo para mantener la Tierra y
cuidarla.
Una noche de luna llena se despidió y emprendió el viaje a
las profundidades de la Galaxia. Desde allí sigue trabajando sin cesar, para
mantener el equilibrio entre los planetas y proteger a la Tierra, su hogar"
Mira
con los ojos de tu corazón, en el cielo de noche, podrás ver al Dragón con su gran cola y
sus alas plateadas moverse en una danza purpurina, iluminando sueños e ilusiones.
Si te atreves y lo
deseas le puedes confesar tus pasiones, él hará lo posible para hacerlos
realidad,
¡sólo los has de pedir de corazón!.
Mira a tu alrededor y podrás
sentir el calor de los dragones, el rugir de su corazón y el aliento de amor de
su interior, abre los ojos y apaga tus dudas, ellos están para que podamos
sentirlos.
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