
Subí al autobús que me llevaba a la ciudad, cansada y feliz de emprender el viaje. Aún conservo la sensación pegajosa en mi pie derecho al pisar aquel chicle que me hizo detenerme junto a Mariana, quien me invitó sonriente a sentarme a su lado. Una viejecita encantadora que venía de ver a su hijo en Barcelona y que feliz, me explicó que iba a ser abuela de nuevo. Tenía ya siete nietos, repartidos por medio mundo. Me habló de cómo Sicilia, castigada por la mafia y las crisis, se había transformado en una isla viva, con ilusión, y libre de seguir su camino. Me enseñó desde la autopista la casita donde hicieron detonar la bomba que mató a Falcone, el juez que inició el maxiproceso contra la mafia y me explicó como toda la población entendió, en ese momento, que ya era hora de plantar cara a la mafia. Contemplando por la ventanilla las miles de luces que asomaban por el horizonte, me dejé llevar, con un nudo en mi garganta, por las historias que Mariana me explicaba. Cuando llegamos a la plaza Politeama me despedí con un abrazo y ella me bendijo con un beso en la frente.

Jamás imaginé, que ese sería mi hogar el resto de mi vida y que allí encontraría el amor.

Conservo íntegro el recuerdo de aquellos días, del calor sofocante y de los baños en un mar turquesa, junto a pueblos y rincones escondidos, parados en el tiempo. Esos amaneceres y atardeceres rojos, ese infinito azul y el aire con sabor a mar.
Y aún tenía que venir el encuentro contigo junto a la Catedral de Catania. El encuentro con tus rizos negros y tus ojos verdes que me cautivaron para siempre, junto al Elefante de la plaza. Encontré tu mirada y el mundo dejó de existir. Escuché más tarde que cuando una bruja encuentra a su amor, una pequeña descarga azul es la señal de que ese es el amor de su vida… Creo que no puede articular palabra y seguí mi camino turbada por el encuentro.
Allí junto al volcán Etna que despedía humeante su energía, encontré aquello que sin saber andaba buscando, y pude a aprender a tu lado, aquello que ningún maestro te muestra, que ninguna madre puede contarte, aquello que nos hace grandes y pequeños a la vez.
A partir de ahí, fue un baile hermoso donde uno y uno no suman dos sino que reproducen el universo entero.
Marta Tadeo
Escritora, fotógrafa y terapeuta.
Relato publicado en VII Premio Internacional Relatos de Viajereras 2015, Ediciones Casiopea.
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