Acteon era hijo del dios cazador Aristeo y Autónoe. Fue instruido por el sabio centauro Quirón como un gran cazador.
Un días tras la cacería y en compañía de sus amigos en los bosques del Citerón hacia al mediodía, dio por finalizada su jornada. Satifecho de la caza obtenida fue a descansar a un lugar fresco del bosque donde se oía el susurro de una fuente bordeada de un césped verde y un pequeño lago. El lugar se llama Gargafia y estaba consagrado a la Diosa Artemis, Diosa de la Luna, hija de Zeus y Leto, hermana gemela de Apolo, que en ese momento disfrutaba de un baño rodeada de sus ninfas.
Acteon no sabía donde se dirigía y con paso despreocupado se acercó al lugar. Ante sus ojos vio a la Diosa de la Caza y Reina de loa animales del Bosque, rodeada de sus ninfas intentando ocultarla. Acteon quedó deslumbrado e inmóvil ante la visión. Artemis furiosa de haber sido sorprendida, inacesible en el amor, le roció con agua la cara y el cabello del joven y le exclamó:
-¡Ve y cuenta, si puedes, a los humanos lo que has visto!
El chico quedo angustiado al momento y salió despavorido de la gruta, no se dió cuenta que de su cabeza le brotó una cornamenta, su cuello se alargaba, sus orejas se afilaban y los brazos se convertían en patas y pezuñas sus manos. Ya no era un ser humano, sino un ciervo.
En su huida se miró en el cristal del agua y quiso gritar, pero de su garganta solo pudo exhalar un suspiro. Tenía de humano su corazón y su intelegencia.
¿Dónde ir? se preguntó, a Palacio no podía volver. Mientras discurría su futuro sus perros lo aviastaron y toda la jauría se lanzó tras de sí.
Persiguieron a su presa, por montes y valles a través de la bien conocida región donde tan a menudo había perseguido venado; ahora él era el perseguido.
Intento volverse y explicar suplicante que era Acteon, pero su garganta permanecía muda. Le alcanzaron los perros, ladrando fuiosamentes y agarrándole la espalda lo arrojaron al suelo. Sus gemídos se oyeron en todo el bosque y como el que implora hincó las rodillas y volvió el rostro con muda expresión a los cazadores que en aquel momento llegaron atraídos por los ladridos de los perros.
Empezaron entonces a llamar a su señor Acteon, ¿donde estás? ¿no quieres ver esta soberbia captura?
Murió así, Acteon de sus propios cazadores, de cazador a presa. Después de su fin los perros empezaron a echar de menos a su amo y aullando anduvieron buscándole por todas partes, hasta que llegaron a la gruta de Quiron. Éste había modelado con bronce una estatua de Acteon y cuando los animales la descubrieon se lanzaron hacia el insensible metal, lamiéndole los pies como si se tratara de su verdadero señor.
Autor:Schwab, Gustav: "Las más bellas leyendas de la Antigüedad Clásica"
Ilustración: Fabien Merelle
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