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Sin receta médica



     Esta es la historia de un pequeño ángel que siempre iba atareado en su trabajo. Tenía una misión ardua, que era la de cuidar a las personas enfermas. Les trataba de inspirar sanación, de ayudarles a mejorar en su salud para curar las heridas de sus cuerpos y sus almas. Todo ello lo hacía mediante sueños, señales y coincidencias para facilitar a las personas llegar a la curación de sus males. El ángel no daba abasto, siempre con muchas demandas y muchos enfermos.

     Un día tras realizar todo lo posible y llevando su creatividad al máximo pensó:

-¿Y si en vez de ayudarlos como ángel me encarno como hombre y les ayudo más directamente?

A veces, se sentía frustrado de que los hombres no le oyeran, no hicieran caso a sus mensajes y ni siquiera le tuvieran presente. Fue entonces cuando decidió proponérselo a su maestro.
Su maestro le escuchó atentamente y le dijo:

-Eres muy valiente, pequeño ángel, será una lección muy dura en tu aprendizaje.

-Yo creo –le contestó- que si soy uno como ellos, les podré incidir más en sus vidas cotidianas y me escucharan.

-Sí desde luego, serás más oído pero no significa que te escuchen más, a demás-continuó su maestro- en la Tierra tendrás que lidiar con todo tipo de seres muy diferentes a tu condición y estarás lejos de tu hogar.

-Os tendré a vosotros a mi lado y me rodearé de seres de mi misma naturaleza – le dijo el pequeño ángel.

-Muy bien, le dijo el maestro, entonces la decisión está tomada.

     El pequeño ángel estaba emocionado y preparó con mucho cariño todo lo relacionado con su encarnación. Donde nacería, cuales serían sus padres, el día de nacimiento, su programa de vida y su destino.Pidió la solicitud y esperó con ilusión.

El ángel encargado del tránsito hacia la Tierra, se comunicó con él.

-Está todo preparado, éstos serán tus padres. Ya ha sido anunciada tu llegada. Deberás empezar a establecer tus vínculos con la madre que te llevará en su vientre.

Fue el momento más feliz de su existencia y a demás en la Tierra era un momento muy propicio para grandes aventuras y grandes cambios.

El pequeño ángel se encarnó.
La familia le cuidó y lo crió con mucho amor, y de bebé pasó a niño.

     Se encontró entonces que su familia no le comprendía y no entendía lo que había venido hacer. Sus días pasaron a convertirse en un desafío para sobrevivir. Eso no se lo habían explicado nunca, lo difícil que resultaba seguir vivo en la Tierra. Sus ángeles le ayudaban entre juegos y risas a sortear sus peripecias.

      Cuando el niño se hizo más mayor, el sentimiento de ser diferente de sus compañeros hizo que tuviera que separarse y renunciar a su mundo interior. Si no era así los demás se reían de él y sus padres pensaban llevarlo al psiquiatra, ya que no era un niño normal….
Así el pequeño ángel encontró la manera de sobrevivir a aquéllo y decidió olvidarse de lo que era y lo que había venido hacer, y se dijo que cuando fuera adulto retomaría su misión.
Fueron tiempos difíciles del pequeño ángel, contaminándole el corazón y su razón.
Sus hermanos no se separaron de él ni un instante pero el seguía sin querer hablar con ellos y no escucharles.

     El ángel se hizo médico, estudió y tuvo una vida próspera. Ayudó a muchas personas a curarse y llevar a cabo lo que había venido hacer.

     Un día mientras trabajaba, de repente se quedó sordo. Dejó de escuchar sonido alguno. Nada, ni su respiración, ni su corazón. Nada no podía oir nada. Gesticulaba, escribía pero no podía escuchar. Aterrado fue a ver a especialistas amigos suyos, que no supieron verle que mal tenía. Su oído estaba en perfectas condiciones.

     Sin escuchar no podía seguir trabajando, no podía ejercer lo que más feliz le hacía. ¿Como iba a vivir sin su razón para vivir?.Desanimado y triste pensó que había hecho mal, era una buena persona, que cuidaba de los demás, no hacía nada malo.
Ensimismado en su pensamiento se fue a casa a descansar, de camino se tropezó con una viejecita cargada de sus compras.

-‘Ayúdeme muchacho, ayúdame haga el favor.- le dijo la vieja.

Él le miró incrédulo y pensó, puedo escuchar, estoy curado.

-No – le increpó la vieja- no estás curado.

- ¡Ah! ¿No estoy curado? Puedo oírte perfectamente- le contestó asombrado.

-No, solo puedes escuchar  lo que yo te digo.

-Es cierto – dijo  pensativo. Entonces, ¿qué tienes que decirme que sólo lo puedo escuchar de ti?

     En ese momento la viejecita se le iluminó la mirada y nuestro pequeño ángel reconoció a su maestro. Recordó quién era y cual era su misión, reconoció a sus compañeros y su familia y lloró, arrodillado ante la vieja por su sordera voluntaria.

-Lo siento, balbuceó. No puede hacer otra cosa, es difícil hacerse oír en la Tierra. – gimió emocionado ante el encuentro con su maestro.

-Bravo pequeño ángel, le dijo su maestro y desapareció.

     El ángel  entonces recordó y se reconcilió consigo mismo, con su alma y su espíritu.
Así su vida cambió totalmente, siguió ayudando a sanar a las personas sus heridas de sus cuerpos y de sus almas, además les escuchaba con atención para poderles enseñar a escuchar a sus maestros y ha recordar quienes eran y para que habían venido a este mundo.

      Con gran sorpresa para él, su vida le trajo muchísimas satisfacciones, se sintió realizado a pesar de que había colegas médicos que lo tachaban de loco. Se convirtió en el médico excelente y ayudó a muchos a encontrar su camino.

Su receta era simple, difícil y valiente:
-Sin receta médica, sólo escucha, de corazón, en tu interior.

Autora: Marta Tadeo
Foto: Marta Tadeo

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